El estudiante matriculado en el SEC se caracteriza por su educabilidad manifiesta en un apasionado deseo de aprender teología y de hacer teología. Para ello el estudiante vivirá en constante diálogo con los teólogos del pasado y del presente. Por medio de la investigación bibliográfica, convertirá a los maestros del pasado en sus maestros y nutrirá su pensamiento de las nuevas corrientes teológicas de Latinoamérica y del mundo con el fin de articular una teología bíblica evangélica contextualizada.

El trabajo eclesiástico es por naturaleza trabajo en equipo.
Consecuentemente, el estudiante teológico considera el trabajo en equipo como una de las herramientas fundamentales para la comprensión, aplicación y difusión del conocimiento bíblico y teológico. Los estudiantes del SEC son hombres y mujeres con un sentido de vocación de servicio en el ministerio cristiano. Por lo tanto, se ven a sí mismos como personas enmarcadas dentro de una tradición con raíces milenarias, se nutren de ese pasado y miran con esperanza hacia el futuro.

Fundado en la esperanza de vida que promete Dios a la humanidad, el estudiante del SEC es un componente activo en la comunidad donde sirve continuamente. Su vida genera esperanza porque ha conocido y experimentado la Gracia del Dios que es poderoso para buscar, redimir y transformar la humanidad en una nueva humanidad. Estos ingredientes hacen posible que el estudiante se convierta en un agente de reconciliación y modelo de solución pacífica a los problemas interpersonales. Por lo anterior, el compromiso del estudiante con Dios no se da en el vacío, sino en lugares geográficos específicos y en medio de comunidades específicas.

Sin embargo, como no somos islas y como en nuestro peregrinaje en la tierra no alcanzamos la perfección, el estudiante reconoce sus debilidades y limitaciones y conserva una vulnerabilidad que lo impulsa a pedir ayuda cuando se ve inmerso en situaciones que van más allá de sus fuerzas y de su conocimiento.